hecha de tenue luz de fría muerte
salir de la pesada losa inerte
que es la última prisión, la sepultura.
F.L
Estos fragmentos de lápidas están muy deteriorados por la erosión del paso del tiempo y por el tránsito de vehículos y peatones, pero aún se pueden ver algunas de sus inscripciones y elementos decorativos. A falta de una sencilla lápida que informe sobre la existencia de estas otras lápidas, recuerda esta historia cuando transites por aquí, porque estarás caminando sobre las tumbas de unos seres humanos anónimos que estaban enterrados en el cementerio cercano y que fueron literalmente expoliadas para sacar materia prima para ejecutar una obra pública.
En 1809 el Ayuntamiento de León prohibió los enterramientos en otros lugares (iglesias, hospitales, etc...) que no fueran el nuevo Cementerio General, así se lo denominó, ubicado en los terrenos próximos a una ermita que se hallaba bajo la advocación de San Esteban y que por aquel entonces, tanto los terrenos como la ermita, estaban muy alejados de la población de León, atendiendo a las instrucciones de la de una Real Cédula emanada por el rey Carlos III en 1787 y en la que entre otras cosas se especificaba que los enterramientos se llevaran a cabo “en sitios ventilados e inmediatos a las parroquias y distantes de las casas de los vecinos” (tal y como nos recuerda Fonsado en su magnífico artículo Cementerios de León que puedes leer en este enlace: https://www.fonsado.com/2017/10/cementerios-de-leon.html)
La ubicación de este primer cementerio leonés siempre estuvo cuestionada, porque se decía que los vientos transportaban hedores y miasmas hacia la ciudad. Pese a ello, aún tuvo que pasar más de un siglo hasta que en 1932 fue clausurado definitivamente y los restos trasladados al nuevo cementerio municipal de Puente Castro.
En los terrenos del viejo camposanto se construyeron las denominadas Escuelas Graduadas Anejas (en la parte sur); así como una maternidad (en el espacio central). Esta maternidad también fue clausurada y el edificio destinado a albergar la actual residencia de ancianos de Santa Luisa, cuya entrada está en la avenida de Asturias. La parte norte se destinó a jardín municipal y así sigue hoy día.
Diez años después de su edificación, la Maternidad ofrecía un aspecto desalentador, pues el jardín que la rodeaba estaba tomado por las malezas y aún eran notorios los montículos formados por la tierra removida en la apertura de las tumbas para retirar los restos. Además, todo el entorno estaba jalonado por acumulaciones de piedras, escombros y hasta cimientos de antiguos panteones. Y ese era el aspecto que en los años 60 del siglo pasado ofrecía el lugar a los familiares y visitantes de las parturientas y a los propios niños que iban a visitar a sus recién nacidos hermanos.
En fin, para completar el círculo y la alegoría, baste decir que el espacio de la maternidad lo ocupa hoy una residencia de ancianos y que el destino histórico de este edificio y de estos terrenos nos ofrece la visión mágica de un barrio leonés, el barrio de San Esteban, donde confluyen de forma asombrosa las etapas del nacimiento, del crecimiento y la formación (la escuela), de la vejez, de la muerte y del enterramiento, es decir, del periplo vital de todos los seres humanos.
Si algún día subes por esas escaleras de colorines y mensajes motivacionales que parecen salidos de una taza de desayuno, ten presente que entras en una calle y en un barrio llenos de poesía y de mensajes vitales y profundos que jamás encontrarás en una taza de Mr. Wonderful.

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